Hablemos de Factor X
Y he de reconocerlo: con los castings de Factor X. Ha sido muy divertido ver este desfile de freaks sin predecentes en la TV en España (con permiso de algunos "artistas" de las pruebas de selección de Operación Triunfo, claro). La mitad estaría preparado pero, ¿qué más da? Ya nos han dejado momentos para la historia, como el clásico instantáneo "Ponte el cinturón". Para alguien que acabe de llegar de los anillos de Saturno sin parar a mear, o algún insensato que quiera presenciar de nuevo a esta "pseudo-Phoebe" que acaba de perder el carnet de conducir por culpa de los puntos, aquí está el vídeo:
Aquí, aquí, aquí. Here.
Pero qué arte, cojones. De todas formas, el secreto de Factor X no son los frikis con ganas de salir en YouTube que van a los castings. Ni si quiera son los concursantes. No señor. Siguiendo la estela del reciente éxito de Risto Mejide, el protagonismo del programa recae en el peso del jurado del mismo. O jueces, como les llaman ahora, que suena más serio. De hecho, y a diferencia de OT en donde la decisión final la tiene la audiencia, aquí son los jueces los que largan a los concursantes después de la criba realizada previamente por el público. Con el morbo añadido de que cada miembro del jurado tiene cuatro concursantes en su grupo que tiene que defender para, después, sacar pasta de su ganador. Conflicto = audiencia.
Eso sí, el carisma del trío de jueces es indiscutible. Buen gancho para el programa. Y casi único (con permiso de esos que salen cantando de vez en cuando), ya que Nuria Roca, al menos en la primera gala, estuvo sólo discreta. Eva Perales es la única mujer del jurado, encargada de tutelar a los concursantes matores de 26 (creo) años. Dulce a veces, borde en otras, y de permanente mirada "distraída". Ojazos, sí, pero distraídos. Todo un descubrimiento televisivo. Luego tenemos a Jorge Flo, que de entrada tiene un apellido que echa un poco para atrás. Ya después descubres que tiene su corazoncito, y hasta llora cuando elimina a algunos candidatos en el casting. Qué potito oiga. El señor este se encarga de los jovencitos. Con perdón de la expresión. Y, por último, llega el carácter difícil del trío de jueces. Procura no encontrarte con Miqui Puig en un callejón oscuro, amigo. Tiene mala leche, es inestable, y el mismo reconoce estar un poco loco. Es el que se encarga de los grupos vocales, con apuestas de tanto talento como las Lady's del Swing. Pero Miqui le da salsa al tema, así que concluímos que mola.
La gala fue mejorable, aún contando y perdonando la disposición (o posibilidades) técnicas y económicas de Cuatro. Plató correcto. Bailarinas con el cuerpo pintado y en top-less (no era necesario, pero no molesta tampoco). Y hasta los concursantes cumplieron. Lástima que el regidor se pasara con la bebida, convirtiendo la emisión en directo en un festival de abucheos constantes a la par que necesarios. Una mezcla entre un circo romano y la tasca del tío Antonio. El programa fue 2 horas de actuaciones y 40 minutos de gritos, así a grandes rasgos. Por Dios, quitad al regidor, rehabilitadlo. Si es que había, claro.
Pero Cuatro debe estar muy contenta. El programa se llevó un 12% de share, 4 puntos por encima de la coqueta (no confundir con "cocreta", que es otra cosa) media de la cadena. Les ha salido bien la fórmula, parece. Y a falta de Risto, tienen tres "ristillos".
Saludos.