viernes, 23 de noviembre de 2007

El Gran Publicitario

Ultimamente llevo una vida muy ajetreada. Al lector, a tí, eso no te importa demasiado. Dios, menuda forma de empezar la entrada, parezco José Ramón de la Morena. Voy al grano. Cuando uno llega a casa después de una jornada eterna le apetecen ciertas cosas. Una de ellas es cenar algo, para recuperar fuerzas. Y ya que te sientas en frente de la televisión pues oye, ¿por qué no encenderla? Sabes que probablemente te arrepentirás de ello a los pocos minutos, pero tampoco entraña tanto riesgo. Salvo que estalle, cosa francamente improbable.

Y lo primero que te encuentras es un reality show maravilloso como "Gran Hermano". Apasionante, sin duda. No voy a entrar a valorar lo que es telebasura y lo que no, o incluso si existe la telebasura, pero dejando esto al margen "Gran Hermano" tampoco parece ser un ejemplo de calidad televisiva. Optas por cambiar de canal, a ver si hay algo más de suerte. Y acabas en la Primera (ahora conocida como la Uno), viendo un capítulo de "Cuentame como pasó", posiblemente la serie mas forzada y alargada artificialmente del actual panorama televisivo. Aún así, al menos hay actores que merecen la pena y que todos conocemos, y está cuidada en general. Eso sí, nos engañan. Juegan con nuestros sentimientos. Hace dos capítulos que Franco iba a estirar la pata, y aún estoy esperando. Que listos son en la Uno.

Pero cuando estaba vislumbrando la luz al final del túnel, con Blanca Portillo y Ana Duato de la mano, ocurrió una cosa que no me esperaba: se fueron a publicidad. Así, sin un beso antes ni nada. Y además no indicaron el tiempo que iban a tardar en volver, lo cual fue un tremendo "charco" de agua fría. 15 minutos mínimo, con dos cojones. Así que me fui a Cuatro. En Polanco TV terminaba un capítulo de House, al que empiezan a quemar de manera alarmante, y comenzaba otro. Repetido sí, pero oye, menos da una piedra (o Shark). A los cinco minutos ya se habían ido a publicidad en Cuatro. Fue horrible.

Es entonces cuando empiezas a pensar que, efectivamente, hay un Gran Hermano que te vigila por un agujerito, que intenta venderte colonias para regalarlas en Navidad, y que no tiene ningún tipo de escrúpulos. Y volví a el, volví a Telecinco. Regresé al Gran Hermano, convencido de que tendría algo que explicarme, alguna disculpa, el por qué de su extrema crueldad. Me encontré con una Mercedes Milá cada vez más pasada de vueltas, pidiendo a gritos la jubilación, unos concursantes sobreactuados (más de lo usual) y promociones para el móvil de dudoso gusto. En lugar de encontrar respuestas, mi maltratada cabeza se llenó de incógnitas. Me salían interrogantes por las orejas, a borbotones. Cuando estaba al borde del colapso, Mercedes dió paso a publicidad. Oh Dios.

En lugar de cortarme las venas con el cuchillo de la cena, sentí una inesperada paz interior. Encontré por fin el sentido de la vida (televisiva). No es otro que aguantar anuncios, uno tras otro, sin escapatoria posible. Ni el zapping es capaz de librarte de esa espada de Damocles sobre nuestras cabezas, ese gran ojo publicitario "money-maker" que todo lo ve. Y apagué la tele. Vi mi mirada reflejada en la pantalla. Vi mis ojos, volviendo lentos pero seguro a sus órbitas. Me vi guapo, pero eso no viene al caso. Y me vi a mi mismo como una marioneta a merced de vertiginosos spots de 30 segundos.

Pero no me arrepiento. Todo esto me ha servido para una cosa, he aprendido la lección. Tengo que oler como Beckham, hacerme algún arreglillo en Corporación Dermoestética, conducir un coche con el que mi vida sea plena y comprarme un móvil con el que pueda hacer fotos de 145 megapíxeles, con videollamadas, mensajes multimedia y navaja suiza incorporada.

Mi vida ya tiene sentido.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Imaginación urbana

Lo reconozco: soy urbanita. Y lo que es peor, hasta me gusta la palabra en sí. Soy de ciudad, y me siento bien conmigo mismo. No necesito aire puro para vivir agusto, ni habitar en un pueblo de cincuenta habitantes donde Cristo perdió el mechero. Pero, aún con esto, nunca está de más que las aceras por las que paseas a diario te den de vez en cuando alguna sorpresa. ¿Urbanita inconformista? Es posible. Y no hace falta pedir demasiado, que va. Quizá música saliendo de papeleras, o actores interpretando "El Quijote" en plena calle, o incluso encontrarse unas oportunas hamacas para que el resto de urbanitas descansen después de una dura jornada de trabajo. ¿Hamacas? Sí, así es.




Esta idea tan saludable no se me ha ocurrido a mí, pero sí a tres mortales estudiantes de arquitectura con ganas de hacer algo original. Sus nombres son Luis Lope de Toledo, Javier López García y Alejandro Tavira Cruz. Estas almas cándidas, después de desechar ideas que podrían haber puesto en peligro a medio Madrid (gracias a Dios que se arrepintieron), se decantaron por las hamacas. El plan era hacer de la plaza de Santa María de la Cabeza un lugar mejor el pasado sábado, colocando seis hamacas en los árboles. Al principio la gente no sabía de qué iba el tema, por lo que preguntaban a los creadores (que bien suena) por la finalidad de esa inesperada zona de descanso y esparcimiento. Poco a poco la gente fue cogiendo confianza, y las hamacas se fueron ocupando progresiva y satisfactoriamente.

La propuesta de nuestros compañeros fue al final todo un éxito, y la gente incluso les preguntaba hasta que hora iban a tener instalado el "chiringuito" recreativo. Como anécdota, una mujer brasileña se encontraba en la Plaza paseando a su perro. Cuando descubrió las hamacas se fue corriendo a casa y volvió con su sobrina y un amigo para estar allí descansando ya que en su casa no tenía espacio para colgar la hamaca que había traído desde Brasil.

A continuación, enlaces al resto de fotos de este pintoresco experimento urbano:

Madre y churumbeles disfrutando de una de las hamacas.


Persona humana a la bartola.

Otra persona humana en similares circunstancias.

De izquierda a derecha, Javier, Alejandro y Luis antes de irse.



No podemos hacer otra cosa desde La Taladradora que animar a todo el mundo a promover actividades similares. Para salir de la rutina, para que las cuidades ganen en atractivo. Y, sobre todo, para que haya algo más de imaginación y creatividad en nuestras calles y menos carreras en hora punta. Nuestros nervios (y los de los demás) lo agradecerán enormemente.

Seguiremos taladrando.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Termina la pantomima del 11-M

Ayer, como todos sabemos, se dio a conocer la sentencia del atentado del 11 de marzo. Y aunque cuasi-objetivamente se ha hecho justicia de una vez por todas, aún quedan algunos cabos sueltos. La indemnización a las víctimas ha sido sustanciosa, más de lo que se esperaba. Sin embargo, las leves penas a ciertos acusados y algunas absoluciones no han sentado demasiado bien a los afectados por el mayor atentado terrorista de nuestra historia reciente. Se recurrirán estas decisiones, por lo que aún no hay nada cerrado en este sentido.

Pero hay una cosa que sí ha quedado clara. Meridiana. ETA no tuvo absolutamente nada que ver en el 11-M. Ninguna de las pruebas conspiranoicas se sustentaba. Es ciertamente lamentable que después de más de tres años y medio tenga que haber una sentencia firme para que los mentirosos cierren el pico. Aunque más vale tarde que nunca. No obstante, en la jornada de ayer se observaron algunos movimientos un tanto preocupantes. El discurso de Rajoy, corto y agresivo, no pretendía dar una sensación de unidad. Parece que se siguen aferrando al clavo ardiendo de la famosa "autoría intelectual". Están a tiempo de moderarse antes que sea demasiado tarde. Creo que serán lo suficientemente inteligentes.

En la COPE, me volvieron a sorprender. A eso de las dos de la tarde, con todo medianamente asentado y la lectura de las conclusiones finalizada, la emisora de los obispos nos sorprendía con esta cuña, leída por una voz misteriosa y aderezada con música como sacada de una película de Hitchcock: "Queremos saber la verdad". Sin comentarios. En la SER y afines, en contraste, se respiraba un cierto aire de revanchismo. No sé hasta que punto estará justificada esta actitud aunque es, sin lugar a dudas, mucho más loable (y sana) que la de los manipuladores de medio pelo.

Ayer mismo seguía habiendo dudas, infundadas por tres años de continua intoxicación irrefenable. Y lo más triste es que el daño ya está hecho. Tendrá que pasar mucho tiempo para que este rencor, esta situación de continua sospecha hacia todo el aparato del Estado se alivie. Habrá que tener paciencia, y empezar a dejar de usar el 11-M como ariete político y electoral para que esto suceda. Por ambos bandos. Pero dado lo cerca que está marzo y las generales, parece complicado que la cosa empiece con buen pie.

Ya se ha hecho justicia. Pero pensemos en todo el dinero que ha ganado Pedro Jota Ramírez, a sabiendas de que estaba engañando (o intentándolo) a media España. Pensemos también en el amigo Losantos, y en todos los escritores de libros ("best-sellers" algunos) que explicaban punto por punto la participación de ETA en los atentados. Pensemos en Alcaraz, la cabeza visible de la AVT. Pensemos en Acebes y Zaplana, quien reculaba hace unos días, intentando desvincularse de la teoría de la conspiración en la que han basado gran parte de su estrategia de oposición al gobierno de Zapatero. Pero pensemos, ante todo, en las víctimas.

Y no olvidemos nunca todo lo sucedido en estos tres largos y tristes años.


Pantomima. 2. f. Comedia, farsa, acción de fingir algo que no se siente.