lunes, 19 de mayo de 2008

Vive el presente

He estado pensando mucho en estos dos mesecitos. Y he de reconocer que es una cosa que tampoco hago muy a menudo. La mayoría de las veces por falta de tiempo, eso sí. Que uno tiene una vida lo bastante ocupada como para desperdiciarla en gilipolleces. Pero sí, he estado pensando en la vida en general. Y he llegado a una conclusión tan tópica como reveladora: hay que vivir (o intentarlo al menos) cada segundo de nuestra existencia como si fuera el último. O casi, tampoco nos pongamos trágicos.

Porque la existencia del ser humano en nuestro planeta ha sido y será tan dilatada como efímera. Reflexionar sobre cuánto tiempo llevamos “en el negocio” es sobrecogedor. Hace casi 4 millones de años ya éramos hombres. Y mujeres, claro. Ya andábamos por aquí, bípeda y coloquialmente hablando, pisando el mismo terreno que unos bichos muy grandes (que harían de oro a un tal Spielberg) pisaron 61 millones de años antes. Luego llegaron cositas como el fuego, la rueda, el acero (inoxidable y todo), la electricidad, la televisión o los mini-ventiladores a pilas. Y parece que fue ayer.

Pero es aún más inquietante pensar que hace poco más de 60 años el mundo estaba inmerso en una guerra mundial que dejaría a Europa hecha unos zorros y cambiaría de signo el equilibrio económico y social a nivel global. Sí, ha llovido mucho desde que un tío en pelotas se cargó a otro individuo de la tribu de al lado y se armó la marimorena. Que oye, igual hasta tenía sus razones el pobre señor. Pero en esencia es lo mismo, solo que con petardos que hacen más pupa. Y también parece que fue ayer.

Pero no todo es el ayer. El mañana, como quien dice, también tiene algo que decir en todo este lío. Porque queridos lectores, lectoras y fiestas de guardar, aquí viene lo gordo: todos tenemos una fecha de caducidad. No está escrita en la planta de los pies, ni viene en el DNI. Por suerte. Y tampoco es una fecha de caducidad unipersonal, eso sería demasiado sencillo. Demasiado simple.

Hablo del apagón total, sin querer sonar apocalíptico. No necesariamente debido al puñetero cambio climático, y nada que ver con el apagón analógico ese, que es un engañabobos. Pero, por poner algún ejemplo de fin de la humanidad, nuestro amigo el Sol (ese que nos obliga a comprarnos gafas de 200 euros y produce divertidos melanomas) tiene una vida propia, y morirá como cada uno de nosotros. El problema es que su muerte será bastante más trascendental que la de Lady Diana, aunque pueda parecer lo contrario.

Ninguno de los que estamos aquí lo viviremos. Ni ganas, claro. Pero, ¿no es duro pensar que todo esto tiene un final? ¿Millones de años de avances para que luego todo esto termine por pura lógica astronómica? ¿Coitus interruptus? ¿Y Dios que tendrá que decir? El astro rey, testigo y cómplice de siglos y siglos de saltos evolutivos, fuego y electricidad, dimes y diretes, inquisiciones, cruzadas, dinosaurios, Hitlers, Edisons, cromagnones, Cristobalcolones, neandertales y Chikilicuatres será nuestro verdugo. Paradójico, ¿no?

Por todo esto, si aún sigues leyendo, el consejo es vivir el presente. Porque es único. Porque no habrá otro presente como este. Y, porque el día menos pensado, no habrá pasado, presente ni futuro.

2 comentarios:

María Carbajo dijo...

ufff...es genial la reflexión que haces, el giro que le das al texto, cómo evoluciona...me ha encantado!! :D

Xurryrisa dijo...

Parece tan trágico pensar que todo tiene un final. Sobre todo porque es un final que nadie puede controlar. Se nos escapa de las manos. Por eso seguramente la mayoría de personas que haya leído esta entrada, si han llegado hasta el final, tratará de no pensar en la genial reflexión que nos planteas y olvidar el tema lo antes posible. Rechazamos todo aquello que escapa a nuestro control.

Si tuvieras una enfermedad que va a acabar con tu vida en pocos meses ¿preferirías saberlo o no? yo personalmente no quiero morir sin haber hecho puenting...

Puede que al sol apenas le queden unos miles de años. A la especie humana le quedará bastate menos, seguro, pero a nosotros no nos quedan más que unas décadas, con suerte. Estoy contigo Taladrador, vive el presente. Gracias por el recuerdo.