sábado, 2 de junio de 2007

Peligros del cuarto de baño

El cuarto de baño es la parte más peligrosa de todo hogar que se precie. Lo digo con conocimiento de causa, que conste. Y, si no es peligroso, al menos es irritante. De esto se da cuenta uno por las mañanas, que es cuando hay hora punta para entrar al servicio. Momentos duros. Aunque aquí se da una paradoja interesante. Los días que consigues entrar el primero, te arrepientes rápido. Concretamente, al sentarte en la taza. Suele estar fría de cojones. Viene bien que alguien la haya calentado previamente, para evitar frías sorpresas. Aquí comienzan las hostilidades y el mal rollito.

La cosa, por desgracia, no termina aquí. Pobre de ti como quieras darte una ducha (que a veces viene bien, para no oler mal y esas cosas) y haya dos baños en tu casa. Entonces puede que pagues muy caro la parsimonia y la pereza matinal, amigo. La ducha se convierte en un duelo por ver quien consigue mayor caudal de agua, a la mayor temperatura posible. Los “volantazos” al grifo acompañados de gritos de “me cago en su puta madre” suelen ser memorables. Y recuerda: es mejor morir escaldado que permitir que tu rival se lleve una sola gota de agua caliente. Que se joda.

El cuarto de baño en sí es un lugar extremadamente peligroso. Esa cantidad de botes de laca, colonia, espumas, productos cosméticos, colonias, desodorantes, etc. es desproporcionada, aunque depende de cada casa. Una cerilla, y sales en los papeles y con los pies por delante. Vamos, que a veces el baño más que un remanso de paz e intimidad parece un polvorín de Al-Qaeda. Ah no, me comunican que es de ETA. Qué despiste más tonto.

Con vuestro permiso, volvemos al retrete. Porque no hay nada más triste en esta vida (sin contar la selección española de furgol) que quedarse sin papel. Higiénico, se entiende. Que no entiendo por qué se llama higiénico, si está avocado y resignado a llenarse de mierda. Pero en fin, vayamos al grano. El problema ya no es encontrarte con ese canuto de cartón vacío, desnudo, sin objetivos en la vida más que dejar paso a su sucesor. Sí, es un rollo. Lo peor de todo es cuando no hay recambios en el cuarto de baño. En casa basta con una llamada de emergencia a algún familiar cercano pero, ¿y si nos pasa por ahí fuera?

Bien, aquí llegamos a la experiencia traumática por antonomasia: encontrarte en un servicio público sin papel higiénico. Es entonces cuando y te cagas (y nunca mejor dicho) en ti mismo por no llevar un puto paquete de kleenex encima. En ocasiones, de haber solución al dilema, la misma es patética hasta la médula. Hay gente que ha llegado a usar su ropa interior para tal cometido en casos de extrema emergencia. Un amigo mío (yo no, un amigo) que se vio en esta tesitura tuvo que salir del habitáculo con los pantalones bajados e introducirse en el anexo, en el cual, gracias a todos los dioses de las mitologías griega y egipcia juntas, había papel de sobra. Hubo que asegurarse antes de salir con el culo al aire de que no había nadie cerca, para no hacer el ridículo y esas cosas. Pobre chico, que mal lo debió pasar.

Podemos seguir hablando de los servicios públicos, porque dan mucho juego. Y son muy tocapelotas a veces en situaciones de urgencia intestinal. Porque, por ejemplo, ¿a quién se le ocurrió la feliz idea de poner un puñetero código tipo caja fuerte en las puertas de ciertos servicios? Joder, ni que guardaran ahí la recaudación del mes.

Cuando llegas cagándote vivo a uno de estos servicios de alta seguridad es una experiencia maravillosa. Bajas las escaleras a toda hostia jugándote tu integridad física, y te encuentras con los numeritos ahí puestos, sabedores de que te estás yendo por la pata abajo pero impasibles e inmisericordes. Subes hasta arriba y corres hasta el mostrador, en el cual, tras unos cuantos Whopper, MacFlurrys y Patatas JanderPollo, un dependiente se percata de tu cara de sufrimiento extremo. Aciertas, entre lágrimas, a pedirle el código, y lo memorizas. Lo memorizas porque tu vida va en ello. Es más, si en vez un número de 4 digítos te soltaran en ese momento uno de 15, te lo aprenderías igual. Cuestión de supervivencia. Bajas la escalera, esta vez de tres en tres, tecleas el código con una inusitada precisión táctil y entras, por fin, al servicio, para descubrir la esencia de la felicidad.

Pero no todo en esta vida es defecar, como dice el proverbio chino. Mentira, me lo acabo de inventar. También hay que hacer necesidades menores. En casa, salvo el tener cuidado con no mear fuera del tiesto, no hay demasiado que comentar. Fuera de casa, de nuevo, la cosa se complica. Mear se convierte en un escrupuloso cálculo de posibilidades posicionales en base al escenario y opciones planteadas. Y todo para intentar evitar las inevitables miraditas del compañero de al lado. ¿Por qué lo hacemos? ¿Curiosidad innata? ¿Complejo? ¿Aburrimiento? Nadie lo sabe, pero es un hecho.

De ahí que las personas elijan el sitio para mear más alejado de la puerta y, si puede ser en un extremo, mejor. De no haber esta posibilidad, será imprescindible dejar un urinario de seguridad entre el cabrón que llegó a mear antes y tú. De no ser posible ningún supuesto anterior, valor y al toro. La última opción se da mucho en los servicios de bares de carretera, llenos hasta la bandera de vejigas hasta los topes.

Pues esto ha sido todo, podemos dar por terminado este detallado análisis de los baños y lo que les rodea. Voy a mear, que me han entrado ganas. Espero volver de una pieza.

Saludos.

5 comentarios:

Tony dijo...

Genial como siempre compañero. De paso te invito a que comentes los amables y bondadosos señores de los baños de la estaión de Atocha, cuya labor es la de estar dentro de los baños durante horas mirándo como el personal hace sus necesidades.

Nada de voyeurismo o morbo. Supongo que se aseguraran de que no nos meamos fuera.

Sledg3hammer dijo...

Cierto, los servicios de Atocha dan para hacer un monólogo aparte. Si todo lo que me han contado es verdad, quizá hasta para dos.

Saludos.

Anónimo dijo...

Después de hechas las presentaciones, me gustaría simplemente hacerle ver al creador/a de este blog, que él mismo se ha demostrado que kuando kiere puede.

Un saludo y a seguir kreando

Sledg3hammer dijo...

Exacto. Cuando quiero puedo, y puedo cuando quiero. Pero eso ya lo se ver yo solito Manu : D

Saludos.

Anónimo dijo...

Un amigo mío (yo no, un amigo)....