Libertinaje de expresión
Es hora de hacer una reflexión, amigos lectores. Hablemos de la famosa libertad de expresión, ese concepto que últimamente se está difuminando peligrosamente, a un ritmo lento pero seguro. Afortunadamente, y sobre el papel, en este país se puede hablar de todo. Atrás quedaron los tiempos de la censura y el tijeretazo. Pero esta libertad de expresión tan envidiable está degenerando en algo muy peligroso, sobre todo en el contexto de internet, aunque no en exclusiva. Y es que para algunas personas, que alguien no te permita amenazar o cagarte en los muertos de alguien en un foro es coartar drásticamente tu libertad de expresión. Mal rollito señores.
Lamentablemente, lo que podría quedarse en un ejemplo de "chiquillada" o "travesura" por internet (y quitando hierro al asunto), no permanece en estas fronteras. Estamos acostumbrados a que un diario de tirada nacional de cuyo nombre no quiero acordarme centre su línea editorial en mentiras, conspiranoia y veneno en general. ¿Quién dictamina dónde acaba la libertad y empieza el libertinaje de expresión? ¿Dónde se sitúa esa delgada línea? Y lo que es más grave, ¿qué se puede hacer o decir desde un medio de comunicación en nombre de la libertad de expresión, quedando impune? No hay cojones a tomar medidas.
La libertad de expresión del siglo XXI, por lo tanto, conlleva aceptar mentiras y manipulaciones varias. Y ojo, no sólo desde El Mundo, por desgracia (uy, ya lo he dicho). Aquí todo dios arrima el ascua a su sardina, no vamos ahora a descubrir América. Pero sí, tragamos con todo. Aceptamos las mentiras porque hay que aceptarlas, como algo natural e inevitable. Y mientras que esto sucede, en países tan cercanos como Italia o España se plantea como una opción a tener en cuenta la censura de blogs (a gusto del intoxicador de turno, por supuesto) y de contenidos de internet en general. Para que sólo opinen unos, los que menos incordien.
Reflexionemos sobre ello. Y hagámoslo por escrito. Quizá dentro de un tiempo, y aún a riesgo de que se me tilde de exagerado o apocalíptico, no tenga (tengamos) ese privilegio. Que se lo digan a la SGAE.
Seguiremos taladrando.
Lamentablemente, lo que podría quedarse en un ejemplo de "chiquillada" o "travesura" por internet (y quitando hierro al asunto), no permanece en estas fronteras. Estamos acostumbrados a que un diario de tirada nacional de cuyo nombre no quiero acordarme centre su línea editorial en mentiras, conspiranoia y veneno en general. ¿Quién dictamina dónde acaba la libertad y empieza el libertinaje de expresión? ¿Dónde se sitúa esa delgada línea? Y lo que es más grave, ¿qué se puede hacer o decir desde un medio de comunicación en nombre de la libertad de expresión, quedando impune? No hay cojones a tomar medidas.
La libertad de expresión del siglo XXI, por lo tanto, conlleva aceptar mentiras y manipulaciones varias. Y ojo, no sólo desde El Mundo, por desgracia (uy, ya lo he dicho). Aquí todo dios arrima el ascua a su sardina, no vamos ahora a descubrir América. Pero sí, tragamos con todo. Aceptamos las mentiras porque hay que aceptarlas, como algo natural e inevitable. Y mientras que esto sucede, en países tan cercanos como Italia o España se plantea como una opción a tener en cuenta la censura de blogs (a gusto del intoxicador de turno, por supuesto) y de contenidos de internet en general. Para que sólo opinen unos, los que menos incordien.
Reflexionemos sobre ello. Y hagámoslo por escrito. Quizá dentro de un tiempo, y aún a riesgo de que se me tilde de exagerado o apocalíptico, no tenga (tengamos) ese privilegio. Que se lo digan a la SGAE.
Seguiremos taladrando.