miércoles, 18 de abril de 2007

Ir de compras sin morir en el intento

Había sido mi cumpleaños hace poco. Una putada, qué le vamos a hacer. No obstante, tenía algo de dinero ahorrado y me disponía a ir de compras. Quizá algo de ropa, sí. ¿Por qué no? Total, tengo los vaqueros hechos una puta mierda y los otros son más viejos que mear palante. Y quizá alguna camiseta de esas que sólo te parecen graciosas a tí. O de esas que compras pensando que vas a ser el más original del lugar para descubrir horrorizado tres días después que hay cinco personas más originales (y rápidas sobre todo) que tú. Lástima. No obstante, sí, decidido. Vamos de compras.

Hasta aquí todo bien. La decisión de ir de compras es sencilla de tomar. De hecho, es el pasatiempo preferido de la sociedad actual. Los domingueros ya no van al campo. Van a Alcampo. Que no es lo mismo, aunque pueda parecerlo. Por cierto, aunque no viene al caso, ¿por qué en el campo nos saludamos todo el mundo como si nos conociéramos de toda la vida? ¿El aire puro nos hace educados? Curioso. Pero bueno, vamos al grano con un detalle importante: ir de compras no significa comprar. Ni mucho menos. Ir de compras significa mirar mil tiendas atestadas de gente tan consumista como tú, aunque sea sólo por curiosidad.

Otro que no falta a la cita es Murphy. Sí, el de la ley esa tan molesta. Pongámonos en situación. Llegas a la tienda con prisa, o quizá simplemente hasta los cojones de dos horas de dar vueltas por el maldito centro comercial y con los pies pidiendo descanso urgentemente. En ese caso, nadie te hará ni puñetero caso, valga la redundancia. Y en el caso de que haya alguien allí, te remitirá a un ''compañero''. La frase mágica por excelencia es: ''díselo a mi compañero''. Joder, ¿tu eres mudo o qué? Lo peor de todo es cuando miras a tu alrededor para descubrir que no hay ningún "compañero" de esos. Ya puedes mirar entre los pantalones, en los bolsillos de las chaquetas o detrás del mostrador, que no hay nadie. Habrá ido a atender a alguien menos pringao que tú, con toda probabilidad.

Pero el caso contrario no se queda atrás. Y es más incómodo si cabe. El mayor error después de entrar en una tienda llena es... entrar en una tienda vacía. En cuestión de segundos ya tienes a un dependiente pendiente de tí. En este caso la frase mágica es: "¿te puedo ayudar?" Que te entran ganas de decirle: ''sí tío, pírate y déjame ver tranquilamente las cosas, no me presiones''. O eso o pedirle un café con pasas. Pero como no viene al caso, pues pasas. Al segundo intento del dependiente pendiente ya te rindes y le dices a lo que vienes. Quiero unos pantalones. Pero enséñame los baratos, cabrón. Y efectivamente, te lleva a la sección de los que valen 90 euros. Entonces empieza a hablarte de usted con unos respetos casi monárquicos, te dice lo bien que te quedaría (incluso llega a comentar algo de tu culo, lo cual enciende las alarmas) y, como no, lo buena marca que es. En cuanto se de la vuelta para enseñarte el de 120 euros, hay que aprovechar para salir echando ostias de allí antes de que te proponga matrimonio. Que eso si que sale carísimo.

Y esto es todo de momento. No me queda más que recomendar encarecidamente no salir de compras de este tipo si no es estrictamente necesario. Puede ser realmente peligroso.

Saludos.

PD: Me dicen que se hace algo corto y me proporcionan útiles sugerencias para una posible segunda parte. Lo consultaré con la almohada.

1 comentario:

Sledg3hammer dijo...

Borré accidentalmente los comentarios. Cosas de tener los dedos con velcro en los muñones, que dirían los Gomaespuma. Paco Pil había dicho algo así:

"Definitivamente sí, se hace korto"

A lo que yo contesté algo así:

"Bueeeno, intentaré redondearlo, alargarlo un poco : D"

Ale, saludos!